Resumen del Domingo de Resurrección en Sevilla  I @torostvlinea-punteada-firma1

La corrida se asfixió al tragarse las embestidas que nunca tuvo. El deceso no llegó con el drama de la soga del ahorcado: ese estrépito evidente que muestra la ausencia de raza cuando los toros se anclan en el fondo del albero, al pie de una ballena y del cofre hundido sin tesoro. O cuando se refugian en la tapia o se van a querencia en el minuto primero. Desiguales de tipo, los de Cuvillo se igualaron en alentar una falsa promesa y una espera de bravura que no llegó. Disimularon su alarmante ausencia de raza y casta para no provocar el pánico de la frustración. Emitió monóxido de carbono, envolviendo el papel acabado en taquilla de una asfixia dulce e indolora, pero asfixia al fin y al cabo. Unos momentos de Manzanares en el quinto permitieron oxígeno… y, sobre todo, dos faenas de Morante en donde hubo magia. Porque no hay nada más mágico que ocultar a la vista del ojo la técnica prodigiosa, usando la chistera de la torería.
No hubo razón para el motín en la grada. La corrida tuvo la educación pertinente de una presencia seria y desigual de armonía y ni se mostró endeble ni claudicante en grado de cabreo. Corto de cuello el lote de Morante, uno excesivamente lleno y apretado. Lote mas fino el de Manzanares, un dije serio el tercero y el sexto enseñando las puntas. Fue cortesmente descastada: no tiró una cornada, solo arrolló a veces en su huida, como comprobó Lili en el primero a la salida del peto o apretó en la muleta, o perdió celo, o no fue metida en los engaños. Pero vino y fue. A menos, pero yendo y viniendo. Con eso, hacer el toreo es asunto cortesmente engañoso. Pero lo hubo. En dos lances deMorante recibiendo al primero. Y en un inicio de faena de caricia torera, que reunió las idas y venidas de un toro sin celo , para luego dibujar dos tandas excelentes con la mano derecha.
Una de cuerpo erguido en su natural ser, siempre con la seda en el trazo y otra más roto el torero, obligando más al toro, de la que salió el Cuvillo con la bandera blanca que muestra el toro rajado. Esa forma de ocultar el recurso técnico de encelar a un toro con un hacer torero y natural es sacar la paloma de la chistera sin que se vea el truco. Una forma de huir del monóxido de carbono de la asfixia vulgar de la corrida. Huir, por ejemplo, hacia la media cumbre en el quite al toro de Roca Rey, la forma de torear a dos manos en el cuarto, un toro al que no vimos hasta el final esa violencia que tenía si llegaba a tropezar el engaño. Porque Morante puso ese ritmo de pausa entre pase y pase para torear reunido y por abajo, además de dejar una buena estocada.
En ese respirar monoxidado, apenas hubo atisbos de pelea. Anotamos algún canto de gallo nuevo a gallo viejo aislado: un quite de Roca por chicuelinas al segundo toro tuvo una réplica de Manzanares por el mismo palo, pero con la manos más baja, sin irse el toro, apretando por abajo con peligro. El peruano fue la tempestad de siempre con el capote, en ese quite, respondiendo aMorante con el capote a la espalda, de rodillas de salida en el sexto. Sus armas de torero, su decisión de no quitarse, de ponerse siempre, que, sin embargo, no pudo sacar a relucir en la muleta. O no quiso, y se decidió por la ortodoxia de un toreo que trató de ser limpio y ligado frente a un toro melocotón de trapío y tipo impecables, pero de fondo de chapa de refresco. Le duró dos tandas. Alguien dirá que el toro aguantó los quites, pero le recordamos que en caballo se le señalaron los dos puyazos.El que cerró corrida fue y vino en protestar de toro sin vida. El Roca del arrimón de Rey queda quizá para más adelante.
Dos pases de pecho casi en trazo circular y tres muletazos con la mano izquierda de Manzanares al quinto toro, un colorado salpicado suelto de carnes y con cuello, fueron los argumentos de nota de una faena de ir y venir, con el toro sin reunirse nunca en los vuelos, sin ir metido, sobre todo por el lado derecho. Faena que iría para oreja si no falla con la espada. Tuvo el tercero ese carbón ficticio para niños de las mañanas de los Reyes Magos, porque fue burbuja y mentira: a menos en su movilidad, a menos en su velocidad, a menos en todo. Un puyazo de Chocolate, un par de Rafa Rosa, y una estocada como el rayo de Manzanares, fueron el brillo grande de los aceros.
Este prólogo de postín que es la corrida del Domingo de Pascua en Sevilla, no dio ni para una bronca. Hay corridas que mantienen el decoro en su ausencia de casta como quien cede el asiento a una anciana cuando sabe que no hay asiento. Uno a uno, no hubo lugar para regresar a chiqueros a ninguno. Uno a uno, no desesperaron en su vida escasa. Todos juntos fueron esa emisión invisible del monóxido de carbono, que se va respirando hasta los huesos, que se mete por entre los vestidos caros de ellas, las blaser caras de ellos, que se mezcla con los sudores del sol, y que dibuja en los rostros un que mas da. Nos queda la feria entera.

Hierro de Núñez del Cuvillo - EspañaReal Maestranza de Sevilla. Festejo de Domingo de Resurrección. Primera de abono. Cartel de no hay billetes. Toros de Núñez del Cuvillo, muy desiguales de hechuras, y faltos de raza en términos generales.
Morante de la Puebla, silencio tras aviso y silencio
José María Manzanares, silencio y ovación tras aviso
Andrés Roca Rey, ovación y silencio