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Lluvia en el arranque Sólo se cortó una oreja, pero la corrida tuvo más miga que eso. La lluvia, el estado del ruedo y el fallo con los aceros condicionaron las lidias y el resultado, pero los presentes disfrutaron con la elegante facilidad de Juan Bautista y la enfibrada decisión de Borja Jiménez aunque fuera Luque, el más listo de la clase, el primer destacado del abono donostiarra con un encierro de Ana Romero fiel al prototipo de su encaste santacolomeña y que tuvo en la variedad de su juego la mayor virtud de su comportamiento.
Con nobleza y fondo, y un notable pitón izquierdo, el segundo fue un toro importante, cuya lidia estuvo condicionada por una intensa tromba de agua que dejó el ruedo como un lodazal. La faena, por esta circunstancia, se vivió desde el tendido con similar emotividad. Luque aprovechó las virtudes del toro para acompañar su embestida, sin apretarlo nunca, en una labor que rezumó oficio y recursos. Paseó la oreja después de un efectivo espadazo. El quinto fue el más complicado. Sin humillar, sin celo, sin emplearse nunca. Le tapó defectos el torero, lo lidió con solvencia, y lo mató con habilidad.
Encastado el tercero, exigente. Se movió pero con mucho que torear. Pidió firmeza al torero. Con un ruedo impracticable, con el agua por los tobillos, se hundió en el barro Borja Jiménez y llevó largo al toro en una labor seria, que tuvo momentos brillantes, merecedores sin duda de una oreja que el sevillano perdió con los aceros. Bueno el sexto, más fuerte, de más envergadura, embistió enrazado y humillado y lo muleteó con determinación el torero en una labor de mucha verdad. Dos series con la zurda fueron descritas con emocionante ligazón. La espada le volvió a dejar sin premio y tuvo que conformarse con recorrer el anillo.
Manejable, justo de fuerza el santacoloma que abrió feria. Se empleó mejor por el lado zurdo y por ahí lo manejó Bautista en una labor, fácil, aseada, limpia, que podía haber tenido premio. Pero un rosario de descabellos cambió la oreja por un aviso. Importante el cuarto. Sobre todo por el pitón zurdo acometió con profundidad y mucha clase. Muy hondo y compacto el trasteo de Juan Bautista. Sólido. Tiró con naturalidad y asentamiento de su embestida, pero a la hora de matar echó a perder tan importante obra. Dos pinchazos en la suerte de recibir y otros tantos avisos dejaron su balance en una cerrada ovación.