López Simón se va por delante




En lo numérico se impuso López Simón, pero Roca Rey no se quedó atrás. Se olió y se mascó la rivalidad. Hubo entrega y actitud por parte de ambos contendientes, y si el marcador parece escueto es debido a los fallos con el acero y al juego de los dos últimos toros, que bajaron la nota de un noble encierro de Juan Pedro Domecq, que tuvo en el que abrió plaza al animal más completo. El de hoy, parece, será el primero de los muchos duelos directos que estos matadores dirimirán a lo largo de la temporada.
Muy valiente López Simón en el primero, toro melocotón, noble, pronto -el mejor de la tarde- al que el madrileño dibujó una faena interesante, seguramente la más completa de las tres que realizó, con una segunda parte del trasteo a tener en cuenta. Dentro de su habitual trazo vertical, encajado, mayestático, muy de verdad, brilló el manejo de su mano zurda. Epílogo emocionante y lujoso, de rodillas. La trayectoria de la espada, algo baja, lo único censurable de su brillante labor.
Volvieron a destacar el compromiso y la quietud de López Simón en el noble tercero cuyo comienzo de rodillas en los medios encandiló al personal. Faena larga y sometida pese a su trazo erguido culminada en cercanías. Devolvió brindis López Simón a Roca Rey en el quinto (El peruano había brindado al madrileño el toro anterior). Animal de buena condición y medida fortaleza con el que puso dedicación y empeño el torero de Barajas, pero faltaba emoción.
Un fabuloso quite por chicuelinas fue la carta de presentación de Roca Rey en la tarde. Prologó la faena con espeluznantes estatuarios pero,  mediada su obra, el toro acortó sus embestidas y comenzó a desentenderse. Acortó distancia el torero, se metió en el terreno del toro, pero el animal no respondió ni viendo invadido su territorio.
Volvió a brillar con el capote en el cuarto, toro con calidad y nobleza, que permitió un toreo templado, de mucho pulso y largo trazo del peruano, que después en terrenos de cercanías exhibió su autoridad y mando. Fue cogido aparatosamente al cerrar su faena por manoletinas, y tras una estocada paseó una oreja de mucho peso. Una lástima que el sexto se parara. Se arrimó como un león Roca Rey, incluso hasta llegar a perder el respeto al animal, pero la falta de pujanza del astado restó intensidad y continuidad a su labor.