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lunes, 14 de diciembre de 2015

Razones de un liderazgo artístico

 

'Todo es política', escribió Thomas Mann en "La montaña mágica". Y dentro de ese "todo" caben los números, las tardes, las faenas memorables de la temporada de Julián López 'El Juli'. Existe la impresión de que este año, el torero ha sido 'apolítico'. Y es una impresión equivocada. Centrado en sí mismo, el diestro no ha emprendido durante 2015 las batallas extraruedos que, hasta hace poco, habían venido mereciendo su esfuerzo y su compromiso. Pero es que la política empieza en uno mismo y se hace en el ruedo tanto como en la tribuna. Porque el torero que lleva sobre sí el peso de la púrpura de un arte atacado, ha puesto en práctica la responsabilidad del liderazgo. Eso, en un arte, es negarse a que algo trabe la creatividad, es el deseo de explorar más allá de lo conocido, es la voluntad de renovar cada tarde su vigencia.
El Juli lo ha hecho en Valencia, en Bilbao, en Lisboa, en Albacete o en Zaragoza. En todos aquellos sitios en los que ha sumado triunfo y toreo a una temporada de cifras implacables. Como siguiendo al pie de la letra aquella frase creo que de Umbral sobre que los buenos escritores son los que se inventan el diccionario, el torero madrileño ha seguido descubriendo cimas por encima de las cimas, ha seguido desmintiendo la idea de 'límite' en todas y cada una de las calidades de su toreo: la profundidad, la hondura, la largura. El Juli ha mostrado nuevas y más perfectas formas del poder que puede ejercerse sobre la embestida de un toro bravo. Es decir, que ha seguido contribuyendo al diccionario del toreo.
El impulso de El Juli es El Juli mismo. Tras su competitividad de figura, al igual que tras su ambición de artista, hay solo un elemento tan sencillo como fundamental: un espejo. La pulsión de batirse a sí mismo es lo que explica su sempiterna hambre de triunfo, su determinación a la hora de luchar contra los elementos, la furia, fíjense, con que agarra y sacude las orejas cortadas, el símbolo del triunfo. Y, sin embargo, no es eso lo más importante, sino lo que está debajo, el viaje sin mapa, porque todavía no han sido cartografiadas, por las geografías del toreo y de su sensibilidad de artista. El toreo de El Juli avanza aureolado de esplendor, y se lo da, como escribió Chesterton, "la ilusión de encontrar algo a la vuelta de la esquina". Madrid sigue de momento a la vuelta de esa esquina, incrustado en los sueños por cumplir.
La expedición constante de El Juli, ese viaje con el que trata de aumentar las fronteras del toreo, no tiene propósito 'presentista'. No le preocupa tanto el ahora, aunque el ahora le preocupe mucho, como el mañana. Y no es una exploración en torre de marfil, sino en contacto y a veces fricción con el público que manda sobre los cauces del toreo con su olé y con su cartera. Quizás por eso aceptó o propició en Albacete un 'giro copernicano' en la manera de hacer los carteles, abriendo paso a los jóvenes toreros que reclaman su parcela en el mañana y a los que el público exige en los carteles. "El futuro tiene muchos nombres", escribió Víctor Hugo: "Para los débiles es lo inalcanzable. Para los temerosos, lo desconocido. Para los valientes es la oportunidad".

La temporada 2015 de El Juli en datos:

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