En San Fermín la Fiesta volvió a vivir. Con el dolor del luto que no se olvida,Pamplona recuperó su ambiente de vida y animación en el mejor homenaje que puede recibir Víctor: toreo del bueno. Alejandro Talavante y López Simóndieron sentido y grandeza a cada uno de sus gestos hacia el compañero caído con una tarde de importante. Talavante, hipermotivado, hizo de todo y dejó un faenón a un gran toro de Jandilla. Solo la espada le privó de una Puerta Grande en la que le hubiera acompañado López Simón si no le falla el mismo elemento tras una tarde de mucho compromiso. Ambos cortaron una oreja de una corrida noble, pero deslucida en líneas generales, de Jandilla, con la queDiego Urdiales no tuvo opción de casi nada.
‘Levítico’ fue el toro menos aparente del sexteto de Borja Domecq, por tablilla -515 kgs.- y por presencia. Pero apuntó buenas cosas ya en el capote deTalavante. Luego de una voltereta que se pegó durante el quite de López Simón y tras un tercio de varas inexistente -no sería el único-, llegó con calidad a la muleta. Allí le esperaba, clavado en los medios, Talavante para una arrucina. Cosas de genios. Ya de pie, compuso la figura con la misma naturalidad con la que trazó el muletazo por ambos pitones. Todo fue suave, elegante, torero. Hasta el toreo de rodillas para cerrar faena en el tercio. Lento como la estocada, que si bien no fue perfecta, fue un ejercicio de despaciosidad en sí misma. La oreja era de ley.
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Y de ley lo eran, también, las dos orejas del quinto si una entrometida espada y un no menos inoportuno descabello no se hubieran cruzado. Enlotado con el más ‘liviano’, el sexto se acercó a los 600 kgs. Toro de Pamplona, no demasiado bonito y cuesta arriba. Con una dosis importante de clase que comenzó a sacar desde el primer tercio. Por eso se entendió bien conTalavante en tres verónicas, dos medias y una larga -por este orden- de nivel. Qué fácil lo hace todo este torero. Tanta calidad mostraba el animal que el extremeño ni se lo pensó: pronto y en la mano. Izquierda, por supuesto. Las dos primeras tandas fueron buenas, pero dejaban en el aire la duda. Si el toro se sujeta, la faena irá a más. Si no, se hunde. Por suerte, el ‘Jandilla‘ sacó fondo para acompañar a esa calidad. Ya estaba el lío, con Talavante toreando de manera parsimoniosa, soberbia, entre un ruido de fiesta que se hacía más llevadero al ritmo de su muleta. El toreo por el pitón derecho, compacto, siempre llevó ligazón; con la zurda hubo excelencia. Quedan grabados varios naturales: ligados unos, sueltos otros, nacidos siempre de la elegancia. Y con el valor añadido de sus particulares remates: ora por abajo, ora una arrucina… Puro Talavante. La faena, a mi juicio, de la feria. Sin el justo premio de la Puerta Grande, la vuelta al ruedo supo a poco.
El emocionado brindis al cielo de López Simón a su compañero, amigo y otrora rival Víctor Barrio fue el prólogo de un ejercicio de torero despejado con el tercero. En una de las labores destacadas de su año, más allá de los trofeos, por la dimensión personal mostrada, el de Barajas entendió a la perfección al alto y un punto flojo ‘Lavandero’. El gesto del espada revelaba decisión, seguridad. Clave para estar como estuvo. Avanzó en su concepto de toreo ligado en un palmo de terreno en una primera mitad de mucho pulso. Luego le tocó meterse entre los pitones y recurrir a lo que, hecho de otra manera sería toreo accesorio. Porque esa serie de rodillas sin ayuda o esas manoletinas también de rodillas no son simplemente efectistas. Hubo mucha verdad en ellas. Como en el volapié que respondió al fallo en la suerte de recibir y que terminó por valer una oreja.
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Tenía ya la salida en hombros a un paso. Y de un paso se realizó la lidia, sin más repercusión que ese ‘run-run’ de la duda en cuanto toro y torero se quedasen solos. Y el de pensar si el toro se había quedado crudo tras un doble ‘indulto’ en el caballo. El momento se produjo, al galope de ‘Impedido’, en los mismos medios, donde le esperaba Simón otra vez de hinojos. Muy emocionante, pero fugaz. Las ilusiones duraron poco. Y la respuesta pareció clara. La falta de clase natural del ‘Jandilla‘ se hizo más ostensible por su inocua lidia. Cuando perdió movilidad, desarrolló esa mala condición que le hizo dedicar tantas miradas al torero como derrotes a mitad de una embestida que nunca fue franca. Incómodo para estar delante. Imposible para triunfar. Pinchazo e inmediata estocada de efecto aún más inmediato. Pero, en estas cosas que tiene Pamplona, se animó el personal con la petición de una oreja que valía la Puerta GrandeEl Usía dijo ‘no’ y López Simón se quedó a medias. Vuelta al ruedo como premio de consolación y en consonancia con el de Talavante.
Por delante de todos había salido ‘Fenicio’. Serio pero bien hecho, fue el primero de todos en marcar la querencia. También predijo el mal común de muchos hermanos al soltar la cara. En la muleta aguantó dos tandas, las mejores por mando y trazo de Urdiales, ambas por el pitón derecho. A partir de ahí, negativa del de Jandilla. Se aplomó y volvió a derrotar con mal estilo. Ya ni a media distancia ni en corto tuvo opción el riojano. De hecho, nunca la tuvo en su tarde, pues el muy serio y descarado cuarto solo tuvo fachada. A la faena, larga y voluntariosa, le faltó lo principal: el factor toro. Sin ello -deslucido, pasando sin humillar y desclasado, puedes imaginarte el panorama- a Urdialessolo le quedó su fe. Esfuerzo que le valió una ovación al arrastre de su oponente.