Morante, en La Maestranza 2016 I 
Hace poco más de un siglo, en las reseñas de las corridas de toros no había rastro de varios de los ‘males’ o ‘defectos’ de los que ahora se escriben, respecto al toro de lidia. No hay referencias de caídas o endeblez, sino más bienuna especie de cómputo de varas que tomaba, de la manera que sabemos, con la cara muy arriba, sin el concepto de fijeza de romaneo actual, una contabilidad de quites y de pases de una muleta precaria, pocos, y los envites con la espada. Desde ese tiempo hasta el tiempo actual, no  existe en la tierra un animal que haya experimentado un cambio tan sustancial en formas y fondos como el toro de lidia.
Los ganaderos, han ejercido un proceso de selección complejo y exigente,único en el mundo. Un ejemplar de hace un siglo y un ejemplar del año 2017, mantiene sus caracteres de raza, pero muy modificados en tipo zootécnico y, lo que es más importante y casi inverosímil, en su condición y comportamiento. Decimos comportamiento (condición) y eludimos el término ‘personalidad’, tan de moda en la narrativa actual, pues éste es prerrogativo del ser humano (persona, personalidad). El ganadero  tiene personalidad, el toro, condición. Sólo los animalistas dotan de personalidad a un animal no persona. 
En poco más de un siglo, el toreo ha eliminado el primitivismo (dicho sea en sensitivo estricto de origen y no en sentido peyorativo) hacia una lidia mucho más compleja, extendiendo tercios y suertes, procurando mantener las esencias de las mismas, pero todo dirigido a convertir  la lidia toreo. Lidiar, pero para torear. No para matar. Hacemos esta observación para indicar el fin y el medio de una profesión llamada ‘matador de toros’nominación que hoy no tiene sentido, pues el fin es toreo y el nombre adecuado, por tanto, es ‘torero’. El cambio ha sido sustancial en dos descripciones genéticas del toro, tipo y condición.  Conscientes los ganaderos de que para tratar de seleccionar fijando caracteres como celo, fijeza, rectitud, humillación, fondo, etc.. era necesario un toro de tipología menos levantada del suelo, de manos más cortas, de cuello más largo, de tercio posterior fuerte para romanear, embestir al galope, etc.. las tareas  en el campo ha tenido una trabajera sin precedentes en en el espacio de la selección.
No imaginamos , por tanto, una critica o narrativa tan dolosa para el toro, cuando el toreo era mera lidia y apenas atisbos de toreo, cuando se contabilizaban varas y caballos muertos, siete pases y una estocada. Sin embargo, un toro más trabajado, un toro más seleccionado, un toro manejado con un cuidado y celo más extenso y, por supuesto, mucho más caro en espacios, medios, alimentación  y sanidad, alcanzo hoy a una narrativa realizada con la lupa que examina todos y cada uno de sus pasos, de tal forma que no hallamos toro competo o toro expeditivo, sino más bien un animal cuyos defectos narrados en cada pase de cada tanda, secuestran la posibilidad de torear. De una forma única de torear, claro.
Los ganaderos, otrora poderosos en el equilibrio de actores de la Tauromaquia ,han relegado su papel al de meros productores de un animal que, en la mayor parte de las ocasiones, serán definidos no aptos, malos, medianos, con estos defectos, con estas fallas. Bien. ¿De donde nacen estas ‘fallas’ del toro de hoy?. Su, a veces claudicación, su falta de ‘clase’, su pérdida de celo durante la lidia, … Nace de algo que jamás ha sido gratis, y que hemos dado como gratuito. Observen las fotos de un pase de Joselito en Lima, fotografía famosa que todos recordamos, y uno pase dado a un toro en  esta Feria de Abril de Sevilla, ¿Cuánta distancia hay entre la cara de un toro y la otra?. Un mundo. Pues en ese mundo de más de un metro y medio, en esa forma lograda de hacer que un cuadrúpedo acometa solo por el hecho de cometer hasta  acometer para embestir por abajo, nacen los “defectos” del toro de hoy, que antes, insistimos, no se reseñaban.
Todos constatamos que el toro de rejones, con la cara a su altura, la que resulta de su movilidad o tranco, no se cae. Seria lo más parecido a los pases de muleta de antaño. Ese toro de rejones, con la cara a ras de arena, sería otra cosa. Las exigencias físicas y de condición de un toro del siglo XXI son excepcionalmente agresivas o contrarias a la natural fiereza o agresividad de un toro que acomete por razón natural de raza. Haber logrado esa forma de acometer que hoy llamamos embestir, no es gratis.En el ADN de los toros queda su natural primitivo genético. Queda, sobre todo, la posibilidad de que ese esfuerzo por selección, devenga en cierta claudicación, o aflicción, o en desgaste… ¿Porqué no somos capaces de terno en cuenta?
Luego de esta ‘falla’ nos encontramos con otras de calibrada y exquisita observación: no tiene inercia. Carece de humillación. No embiste con el pitón de dentro, no se sale de los vuelos de la muleta, repone, no tiene la fijeza adecuada, pierde el celo. Pero, resulta, que hablando con expertos en genética selectiva, caballos de carrera seleccionados sólo en su tipo y con el manejo mas cuidado, no logran el objetivo físico de resistencia o de velocidad. ¿Y el toro? Al que se le pide resistencia, velocidad, pero además, diez o doce características  de condición que, de no tenerlas, son un borrón casi imperdonable?
Tras el toro de la posguerra, muy desigual en tipos, alzadas, esqueletos(nos lo comimos en la guerra) el ganadero fue reuniendo tipo/condiciónhasta dar el toro de los años cincuenta/sesenta que poseía ‘añoradas’ virtudes.Pero que, la principal, era que la selección  fondo/forma no agredía a la natural forma de cada encaste o procedencia. De ahí la variedad en el toro. Y, de golpe, a alguien se le ocurrió que el toro debía de ser más grande. Y se hizo el toro más grande la historia de la Tauromaquia. Y ese toro se le pide, no ya las condiciones del toro de los años sesenta, sino más. mas duración, más humillación, más celo, más fijeza, mejor colocar la cara … Luego de haber pasado por el caballo de picar mas grande de la historia. A un toro con 150 y hasta 200 kilos superiores en peso, se les exige aun mas “finura” en su condición…. ¿de verdad que no es de matrícula de honor el trabajo genético de los ganaderos?
¿De verdad podemos pensar que, según lo descrito, no ha de pagarse un peaje para hacer que un toro de tamaño superior, ponga la cara de formasostenida ahí abajo una y otra vez?  (de hecho, ya hemos pagado uno brutal: la desaparición de razas de toros.) Y si el toro no lo hace, no hay lucimiento. Hay critica, narrativa contraria. La culpa es del toro. Con estos parámetros narrativos y de apreciación técnico/sensible del  toreo.. ¿hacia donde puede evolucionar el toro y el toreo? Porque van  de la mano. Hay una horma única de torear que consisten los públicos. Eso es tan así que apenas algunos aficionados de talento consienten en apreciar ‘otro toreo’. El que jamás hubimos de perder. El toreo sobre las piernas, en movimiento no de huida, garboso, torero, aproximado al lucimiento estético de lidiar, que lo tiene. Hay un toreo que sustenta el clasicismo como ninguno, Morante, de los escasos capaces de hacer de ese toreo, clasicismo en el siglo XXI. Y de una gran armonía, creatividad y belleza. 
Hemos metido al toro en el máximo tamaño y en la máxima humillación y duración para hacer un sólo toreo que se pueda saber en las escuelas, Un toreo que se aprende en las escuelas, pero, es lo peor, que se aprende pronto en el tendido. Se murió la sorpresa. O es ‘así’,  o es frustrante. O se puede torear así, de esta única manera, o es frustrante. ¿ Hemos metido al toreo y al toro en una única verdad y una única forma de expresión? Porque si es así ¿hacia donde pude evolucionar el toreo y el toro? ¿Cual sería el paso siguiente al toreo del los próximos tiempos? ¿De verdad hay lugar para el trazo más largo, para la muleta más baja? 
La sensatez nos dice que se ha de admitir que el toro tenga esos ‘fallos’ o ‘defectos’ que lo saquen de la casilla de lo que llevamos en mente. Que el toreo ha de acomodarse en su máximo lucimiento y máxima vitalidad expresiva y lidiadora a ese tipo de toros, que se debe, no solo admitir, sino esperar, que brazos y piernas ‘jueguen’, se muevan, pueda, dominen, sorteen, toreen, recuperando suertes, formas, expresiones, lidias. Clasicismo. Porque lo clásico no es sólo un único toreo.  Formas que, vistas hoy en fotos, rescatan  el garbo, la majeza, una torería y una pluralidad que lograría varios objetivos de los que carecemos: una mayor justicia y sensatez para el toro y los ganaderos, un toreo añadido  distinto, épico, garboso y de plasticidad y poder con suertes que ya no hay y, lo que es más importante, dotaremos al futuro del toro y del toreo de un mayor margen de horizontes porque en lo no previsible está el germen de la emoción.