Malinchismo I PABLO GARCÍAlinea-punteada-firma1
Cuando creía tener las respuestas, de repente, cambiaron las preguntas . Uno cree que conoce aquello hasta que llega al lugar y ya no está. O está otro lugar ocupando lo que había. Es difícil comprender por qué, en apenas un mes, el público de La Mexico muestra una especie de desencuentro, de alejamiento o de rudeza de trato con Joselito Adame. La forma de jugarse el tipo el domingo fue la moneda de cambio frente al apoyo de algunos, la indiferencia de otros y la agresividad de unos cuantos. Y, a cambio de ese cambio, hubo un ‘ya nos veremos’ pleno de espinas. Todo fue para Ponce, cabalgando
sobre esa nube rejuvenecida, plena de inspiración del propio éxito. Hubo una parte excelsa para Payo, tantas tardes lacerado en este plaza. Pero sigamos con las espinas.
El Nopal las tiene. Espinas. Y anda en el escudo patrio. Miren si las tiene el ágave, protegiendo quizá el tesoro del Tequila. México es un hermoso paisaje humano protegido por sus propias espinas. El toreo es un hermoso paisaje humano protegido por sus propias espinas. Unos dicen que La México es el reencuentro social del malinchismo, esa especie de negación por deseo de ser otros. No veo que así sea pues el deseo de ser otros o como otros, solo provoca la frustración que afea lo que uno es. Tampoco creo que en los asientos de La México se sentaran miles de ‘traidores’ tlaxcaltecas a la vera de Cortés. Los tlaxcaltecas no fueron traidores en sentido alguno pues los mexicas contra los que pelearon al lado de los españoles, eran sus enemigos. Y con los enemigos no existe traición alguna. Los guerreros de Tlaxcala solo aplicaron este elemental afuero: los enemigos de mis enemigos, son mis amigos.
Claro que Adame no es enemigo de nadie, y, por tanto, no hace falta alianza alguna contra él. Pero el trato del domingo fue, en algunos momentos, cruel. La Fiesta es cruel muchas más veces por las gentes que por el propio toro. Este suele ser justo, embiste o te hiere, o se para, o se raja, o se quiere comer la vida propia. Es justo. Es tan justo que la condena actual de los ‘Teófilos’ está preñada de su propia leyenda liberadora: siguen protagonizando faenas hermosas. También es justo, es una contracción, pero es justo. Los públicos no han de ser justos. No tienen porque serlo. También, como el toro, abrazan, dan, conceden, y también matan e hieren. Los públicos no han de ser razonables, pagan por un derecho a decidir y a expresar y no siempre lo que se decide o se expresa es lo justo. El derecho inalienable a decidir no quiere decir que lo decidido sea, ni mucho menos, justo.
Por eso no creo en un malinchismo o una confabulación de tlaxcaltecas contra Adame. Creo que la vida es esa rama que se mueva a golpe de vientos. Unas veces el viento empuja la vela a favor y otras extiende un fuego hasta hacerlo devastador. El mismo viento. Todo fracaso es el condimento perfecto del éxito. Y el fracaso depende solo de quien así lo sienta. Nadie fracasa totalmente porque las gentes lo decidan. Las gentes mandan hasta el exterior del artista. Dentro, en el fracaso, en el éxito, en el saberse fiel a un mismo, solo manda el artista.
Habrá más días de Adame en La México. El domingo lo dio todo. Que no busque una compensación justa a ese darlo todo. La Vida no funciona así. Que siga amando a esa plaza. A veces, tantas, el que ama, pierde. Perdiendo, queda el inalterable y aguerrido consuelo de saber que, el que no ama, está perdido.