icono-sumario Era ya casi la noche cuando lo dije: muy callado tu teléfono. España y sus toreros y sus ganaderos y sus empresarios y sus gentes del toro, están muy lejos. Más que lejos, están en estado de olvido, de indiferencia. Su lealtad en estado de letargo vergonzoso
icono-sumario Esa víspera me di cuenta del cuento. Salvo muy dignas excepciones, a las gentes del toro les dio igual Bogotá. ¿Duele leerlo? No saben lo que se rompe por dentro al escribirlo
icono-sumario La lucha continúa en Bogotá. Sigue en grado de ruido de sables, de cruzar navajas entre un Ministro llamado Cristo que ha legislado para prohibir los toros, y Felipe. Entre el Constitucional que ha dado la posibilidad de una consulta en Bogotá al más estilo Petro… y Felipe. Una desigual pelea






















Conversación con Felipe Negret I 
Fue la víspera de la vuelta a los toros en Bogotá. Un sábado alumbrado por esa luz de azul cielo inimaginable, resultado de una realidad mágicaancestral: el pleito que arrastran desde que el mundo es mundo las montañas de selva verde y los cielos cimarrones. A ver quién insulta más con su belleza. Vente para acá, hermano. Acá fueron dos horas de subida por en medio de esos valles de verde espeso que aún hoy estremecen el coraje de quien los camine. Me preguntaba con la perplejidad cobarde de un español del siglo vigente, cuánto pesaba el coraje, el tamaño de su desesperación, la fuerza de su fe, los átomos de su ambición y la plomada de sus cojones, de esos españoles de todas partes de una España pos-medieval casi, arribaron a Colombia cuando esas montañas y selvas no tenían nombre de país.
La familia de mi amigo Felipe Negret es hermosa. Una barranquillera con el corazón a compás del son del Caribe y ojos del color del carnaval, dos hijos espigados respetuosos y leales con su edad. Las cosas le han salido bien a este abogado. Puede ser la razón de que un día decidió regresar parte de esas cosas al toreo y, por tanto, enfrentarse a un derecho que le habían arrebatado los ladrones: era empresa en Bogotá y le quitaron serlo. Cuando te quitan algo que es por derecho, tienes dos opciones: o enseñas las nalgas o muestras lo de delante. Lo de delante es tu convicción, al precio que sea. Y el precio a pagar por cinco años de lucha de Felipe Negret no cabe en ninguna cuenta corriente, porque los días y noches de amenazas, desprecios y soledades, no se pagan en dinero.
Era la víspera, comida de Colombia, vino de España, lealtad y amistad en uno de esos días cuya huella no puede borrar ningún huracán caribeño. Era ya casi la noche cuando lo dije: muy callado tu teléfonoEspaña y sus toreros y sus ganaderos y sus empresarios y sus gentes del toro, están muy lejos. Más que lejos, están en estado de olvido, de indiferencia. Su lealtad en estado de letargo vergonzoso. Esa víspera me di cuenta del cuento. Salvo muy dignas excepciones, a las gentes del toro les dio igual Bogotá. ¿Duele leerlo? No saben lo que se rompe por dentro al escribirlo. Jamás he vivido una prueba de abandono, de insolidaridad envuelta en esa mentira que los de aquí tapamos con esas frases de papel sobre el amor por la fiesta, el interés por la fiesta. Un cuento. Una mentira colectiva, prólogo de nuestra desolación. Luego del cartel, del contrato, después del ombliguismo y del yomimeconmigo, la tauromaquia le interesa a muy pocos.
Hoy la lucha sigue en Bogotá. Pero nadie le echa cuenta, es como si molestara. Bogotá se ha convertido en algo que molesta a los taurinos de acá por la misma razón de siempre: todo lo que no es suyo, su idea, su lucha, su nombre, su apellido, su dinero, su negocio, no les interesa. Molesta. Aquí nos basta para demostrar nuestro afecto e interés a alquilar una barrera paraVargas Llosa o para Sanchez(otravez)Dragó como si este alquiler nos diera algo más que su presencia. Me dice mi amigo que si alguien piensa que por llevar a los toros a una autoridad en una materia, es argumento positivo para el toreo, es tanto como pensar que ese mismo alguien, Dragó, haría bajar el consumo de Coca-Cola por decir que es un sumando de burbujas nocivo.
Digo, la lucha continúa en Bogotá. Sigue en grado de ruido de sables, de cruzar navajas entre un Ministro llamado Cristo que ha legislado para prohibir los toros, y Felipe. Entre el Constitucional que ha dado la posibilidad de una consulta en Bogotá al más estilo Petro… y Felipe. Una desigual pelea. Porque Negret mi amigo, no es Colombia, es un colombiano. No es Bogotá, sólo es un ciudadano de esa capital. Felipe no es la Tauromaquia, es un apasionado de ella. Uno sólo. Y si uno sólo es capaz de tanto, me pregunto qué podríamos hacer unos cuantos con esa misma fe y lealtad.
En ese regreso que se sabe de memoria vuelta a Bogotá al caer la noche, horas antes de la vuelta a los toros, Negret conduce con el movimiento de pez en el agua. Detrás su hijo. Mandamos un mensaje a dos españoles que han mandado su ánimo. Su deseo de suerte. Dos. Miren los dedos de su mano: dos. En ese regreso se lo dije. A veces me gustaría trasladarme a aquellos tiempos. Para saber cómo lo hicieron. Porqué lo hicieron. Qué asunto de qué cosa les impulsó al imposible natural y humano de subir y bajar laderas y selvas empinadas, de llegar sin aire al techo del Cielo, donde Dios no estaba, y bajar, bestias, armaduras, almas, cuerpos…, descendido a unos infiernos en donde el Diablo siempre estaba. Esa gente. Españoles de todas las partes. La mayoría segundones, no heredables, hijos quintos o cuartos después del primogénito, hidalgos de ruina y espada, curas de sotana de madera sin cruz, descartes de una sociedad, naipes usados con los que nadie juega. Españoles.
Puede que la historia tenga certificado de razones para la crítica de esa Conquista pero, uno a uno, reclamo su fe, su lealtad, su sacrificio sin límites. No es nostalgia, es sólo una percepción de cómo en nuestro ADN ya no hay rastro de esa raza de hombres. Hoy enseñamos las nalgas a quienes nos prohíben. Hemos vivido mamando lo de delante a los políticos que hoy son cabecera de titulares de corrupción. Hemos conjugado el verbo vivir por el de sobrevivir, mal asunto. Y hemos abandonado la lucha en todas partes por nuestros derechos, sustituyéndola en Barcelona, en Bogotá o en mil sitios, por unas mentiras que incluso nosotros no creemos.
No es cierto. No interesa la tauromaquia, salvo honradas y contadas excepciones que si quieren un día se nombran, blanco sobre negro. Hemos dejado solo a Felipe Negret. Uno de sus mensajes recientes es brutal, síntoma de una verdad cuyo espacio lo ocupa la cobardía y el abandono: ‘Lo aburrido es el cotarro, pero la lucha sigue!! Y saldrá airosa la Fiesta, más afectada por el desinterés de los taurinos que por el interés de los prohibicionistas…’