El Payo, en su tarde en Insurgentes I 
Más allá del hurto del juez de plaza, de los fallos con el acero y del juego de los toros de San Isidro, corrida bien presentada de la que se esperaba más, El Payo dio una gran tarde en el embudo. Una tarde de tres orejas que los elementos dejaron en una sola, donde sobresalió su gran faena al astado que cerró plaza. Obra reveladora de su progresión y madurez, sin duda la más maciza y redonda de lo que llevamos de Temporada Grande.
Ha añadido el queretano a su recio concepto el aditamento del gusto. Y como además le pone pasión y sentimiento a todo cuanto hace, su toreo llama y llena. Porque ralentiza las embestidas, se expresa sin afectación, con relajo, naturalidad, embarcando para dentro las embestidas… así toreó al sexto, toro medio, que no acabó de descolgar pese a su obediencia, con el queestuvo perfecto en su planteamiento técnico y brillante en su desarrollo artístico.
Una broma (de mal gusto, claro) la decisión del juez de plaza de sacar un solo pañuelo, pero la obra ahí quedó, como quedaron sus retazos soberbios también, ante su primero, el otro toro mediano del envío, al que El Payo entendió muy bien. Tuvo el bonito berrendo en cárdeno calidad pero escaso recorrido y poder. Esa merma condicionó su comportamiento y la faena del queretano, que por momentos deletreó el toreo, en muletazos tersos, despaciosos, relajados… que hubiera canjeado por una oreja de no haber fallado con el acero.
Más basto el cuarto, tuvo nobleza pero le faltó humillación y recorrido. Volvió El Payo a estar centrado y serio, extrajo series de gran estética y conjunción, en otra faena que no pudo tener hilván porque el animal no lo permitió, pero de nuevo contó con momentos notables. La espada volvió a minimizar el resultado.
El lote de Castella tuvo aún menos opciones. Bajo, recogido de testa, precioso de hechuras, el primero derribó en varas y tuvo luego un comportamiento incómodo en el último tercio, donde se movió sin ritmo, soltando la cara y sin entregarse nunca. Estuvo muy firme el francés, provocando al toro invadiendo su terreno, y en medio de la porfía extrajo algún muletazo con largura. El público le agradeció el esfuerzo.


No fue fácil el tercero, un geniudo berrendo aparejado que repuso, se defendió y nunca tomó el trapo por derecho. Castella lo intentó con aplomo pero la faena nunca pudo cobrar altura. Al cárdeno quinto le faltó raza pese a su obediencia.Castella expuso de nuevo con paciencia y dedicación en una faena larga, cuya segunda parte se desarrolló en tablas, con el toro rajado, tardeando en los cites. La espada fue su único lunar.
Hierro de San Isidro - MéxicoPlaza de toros Monumental de México. Quinta de la Temporada Grande. Toros de San Isidro, bien pero desigualmente presentados, finos y de poco juego. Segundo y sexto más nobles y obedientes dentro de un conjunto de poca raza.
Sebastián Castella, aplausos, silencio y aplausos
El Payo, ovación, aplausos y oreja con fuerte petición de la segunda