Hay tardes de toros que deberían ser el toreo. Y el toreo no deja de ser otra cosa que un homenaje al hombre. En general. Es la única práctica del ser humano que se realiza en una zona minada con el riesgo de muerte, capaz de mostrar todo el potencial de la vida. Y un hombre es eso. El único ser vivo que transciende porque es consciente de que, por el hecho de nacer, va a morir alguna vez y sólo una vez. El toreo es una coherencia impecable: si no me preocupé por nacer, por qué he de preocuparme por morir. Barrio, como cualquier hombre, no se preocupó por nacer. Tuvo la honestidad, en consecuencia, de no prestarle demasiada ocupación al morir.
No es que haya un desprecio a la vida, sino evitar que apreciarla sea algo superior a poder crear, a poder expresar, a poder sentir. El homenaje deValladolid lo ha sido en sus dos acepciones. Un manifiesto público de reconocer que cada torero elige usar la vida exhibiéndola al riesgo, para poder sentir. Y hacer sentir. Y también ha sido el homenaje de sentido medieval en el que el vasallo juraba armas al señor. Vasallo libre jurando fidelidad, una vez más en muchos siglos, a ese señor llamado Tauromaquia, rey sin reino, ni trono, ni corona. La única monarquía errante de la historia del hombre.
La tauromaquia no debería usufructuar a un muerto. Quiero decir que el torero siempre ha sido, a pesar de su leyenda de pesetero, un hombre generoso capaz de ayudar al necesitado. No es una retórica, es una realidad. Siempre lo hizo para uno de los suyos. Y los suyos no sólo son los otros toreros, sino los necesitados, hombres mujeres, niños, enfermos… Lo único que quedó claro desde el principio en Valladolid fue eso, que los toreros dejaban libres sus honorarios. No los cobraban. Los toreros querían rendir homenaje a la Tauromaquia a pie, concentrada esta vez en recuerdo de un joven artista muerto, Victor Barrio.
Toda esta belleza interna, todo este honor impecable, la tarde entera de creatividad de Morante, Talavante, Juli…, el esfuerzo de los otros toreros, componen esa ópera grandiosa que se elevó hasta allá donde esté ahoraVíctor Barrio. No hay duda de que eso le llegará, porque los que ya no están suelen tener conexión con los vivos a través de alguien, este caso de su esposa. La coral de hienas y buitres desde el twitinfierno es algo que padeció y que padecemos mientras el ser humano no llegue a la misma conclusión a la que ha llegado el toreo: somos el único ser vivo consciente de que nos vamos a morir.Por eso usamos la vida amando, creando, sintiendo.
Esta belleza de Valladolid, implacable también, tiene un ser nada oculto como espoleta. José Tomás. Un transcendente en vida. En realidad estamos haciendo usufructo de JT. Parece como si fuera el único reclamo potente hacia el lleno, hacia la riqueza, hacia la reunión masiva de gentes. Podemos restar a esta frase el ‘parece como si fuera’. ¿Cuanto tiempo llevamos así? Años. Es como si más allá de JT no se pudieran llenar las plazas. Si es así, pensemos. Sucede que ese usufructo es puntual. Me refiero a que no es sostenible en el tiempo. Dura lo lógico. Lo que dura su paso por un abono. Al año siguiente, sin él, la realidad nos regresa al lugar de origen. Son muchos años ya sin pensar en una alternativa que haga más duradera la felicidad del lleno. A lo mejor algunas claves nos las está dando JT. ¿Porqué sólo se trabaja en contratarlo en lugar de asumir alguna de sus claves?
Por esa razón, incluir la corrida de Valladolid en el abono de la feria, no es coherente. Carece de la elegancia y de la belleza de toda la corrida. Es una insistencia mercantil que prolonga el usufructo de un acto de honor, de homenaje, más allá del propio acto. A expensas del pueblo, del aficionado. Se entiende que el festejo haya sido una forma de inyectar dinero a la Fundación del Toro de Lidia. Es lógico pues, al final, ya lo dijimos en su día, la financiación es la madre del cordero y siempre terminamos pasando la gorra. Sí. Posiblemente esta frase tenga tintes de fea expresión, y volverá a molestar. Pero tiene lo inapelable de la realidad obstinada. Es la que se ajusta ad hoc a lo único que somos capaces de hacer. Esta vez, una vez más, los toreros han puesto su dinero en la gorra.
Podemos callarlo. Podemos mirar hacia otro lado y decir que los correos y mensajes de los aficionados enfadados por este hecho no existen. Pero estaremos haciendo un famélico favor a una forma de operar, que, sumada a otras, van destinadas a penalizar a quien sostiene todo este tinglado. Al público. Si callamos ante los pliegos como el de Madrid, si callamos ante las administraciones cainitas, si no vamos a reclamar nuestra dignidad económica a Ayuntamientos que se enriquecen a costa del toreo, como Pamplona, a instituciones que como La Maestranza de Sevilla, que tanto ha ingresado del toreo… si callamos ante todo lo que va en contra de los que favorece al público de la Tauromaquia, estamos condenados a vivir de la generosidad de los que torean y de lo que pagan los que pagan por verlos torear.
La belleza de Valladolid sería aún más grandiosa si fuera acompañada por una rebelión justa, de un basta ya, de un poner pie en la pared definitivo a lo que ha dejado en bolsillos ajenos tanto dinero nacido del campo, de las carnes de los toreros, de los bolsillos de la gente.
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