Volvió El Bibio a vivir una tarde grande. De las que hacen afición y justifican el auge y el abolengo que ha cobrado esta feria en la última década. Triunfó la raza y hondura de El Juli, enorme una tarde más, y el poder de Perera, triunfador numérico del espectáculo, pero, con una entretenida corrida de Garcigrande, el suceso de la tarde tuvo nombre propio: Cayetano. Su faena, seguramente la más torera y clásica del abono, no tuvo premio por su fallo con el acero, pero contará entre las más bellas de la temporada, y, cuando el invierno se eche encima y sea hora de recapitular lo sucedido en el año, rememoraremos la obra de Cayetano en El Bibio, esa plaza donde siempre se ve torear.
Tuvo calidad y son el tercero, con más remate y de engatillada cornamenta, pero Cayetano lo toreó con gran sabor, naturalidad e inspiración. Ya tuvo cuerpo el inicio, primero con la pierna flexionada y luego con las dos rodillas en tierra en el tercio. La faena tuvo prestancia, armonía y compás con la mano derecha, pero fue con la zurda por donde el trasteo alcanzó sus más altas cotas en dos series soberbias. Mención aparte para los remates y cambios de mano, que dotaron de variedad a una obra grande. Después de un cierre exquisito a dos manos, un pinchazo, media tendida y un descabello dejaron en una simple ovación ¿la faena de la feria?. El sexto en cambio fue el más deslucido. Hizo un esfuerzo Cayetano por imponerse a su incomoda acometida, pero volvió a marrar con los aceros.
La faena de Cayetano espoleó a El Juli en el cuarto, y el de Velilla echó mano de su inagotable raza para imponerse a un toro alto, basto y bruto, que embistió siempre de modo descompuesto y sin terminar de humillar. El Juli ya puso la plaza de su parte en un conseguido quite por lopecinas y luego muleta en mano hizo alarde de su dominio y su casta desde un comienzo de rodillas autoritario y estético al mismo tiempo. A pesar de las protestas del animal, especialmente por el lado zurdo, el torero, muy hundido en la arena, consiguió series de enorme hondura e inusitada profundidad dada la aspereza del astado, al que remató en un efectivo espadazo.
Ya marcó querencia en varas el castaño primero, toro justo de raza y recorrido con el que El Juli estuvo técnicamente perfecto. Lo empujó para delante en un torero inicio rodilla en tierra, y, sin obligarle nunca, le fue dilatando el viaje en cada acometida. Labor sobria, muy para profesionales, que nunca contó con la colaboración del animal. Fue aplaudido tras dos pinchazos previos a la estocada.
Muy bajo y armónico, el segundo tuvo nobleza pero le faltó fuelle, sobre todo en el último tramo de la faena. Perera lo condujo primero con temple y largura sobre la mano derecha, y luego tiró con mucho pulso de su embestida al natural en el tramo más brillante de un trasteo coronado con el acero con la misma facilidad con la que se impuso al animal.
El quinto, largo, cornidelantero, estrecho de sienes, descolgó en el capote pero ya marcó su querencia a los tableros. Acertó Perera a sujetarlo primero y a imantarlo en la muleta después en series de mucha limpieza y ligazón donde el toro mostró su humillación y calidad. Volvió a emerger el toreo con la zurda del extremeño aunque a la gente le tocó más la fibra el postre en cercanías, dondePerera exhibió su autoridad obligando al toro a hacer ochos en torno a su anatomía sin enmendar su posición ni rectificar su figura. Además remató al animal con la estocada de la tarde.
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