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Corría el tercero de la tarde. Manuel Escribano cambió los palos por la muleta cuando un loco saltó al albero de la Maestranza por el mismo burladero donde se encontraba el toro. Las dudas del principio hacían creer que aquel personaje fuera un antitaurino pero… ¿con el toro en el ruedo? Rápidamente la duda se tornó en estupor cuando el perturbado se puso delante del Miura para hacer una especie de Don Tancredo hasta arrollarle sin que, milagrosamente, le pasara nada.
La tarde volvió a vivir tintes patéticos cuando un habitual maletilla salto al callejón… ¡Cuando el toro no había salido al ruedo! Historias del cierre de Sevilla