Dos toreros impusieron la ‘meritocracia‘. Es decir, el triunfo por méritos propios. Ni que decir tiene que el mérito radica en la excelencia, por ejemplo, la verdad desnuda de Rafaelillo o el natural rotundo de Ureña. Valores que construyen el éxito dentro de una jornada que será recordada por mucho más que una simple tarde de Fallas. No fue fácil triunfar por méritos propios pues a la corrida de Adolfo adoleció de fondo sobre un barniz de nobleza impropio del hierro cárdeno. Si bien el cuarto se identificó con el juego esperado, los cuatro ‘Aviadores’ que viajaron a Valencia no ofrecieron el juego esperado.
Gritos de ‘Libertad’ dentro y fuera del coso de la calle Xátiva retumbaban minutos después de romper el paseíllo. Si 11.000 personas habían llenado los tendidos de Valencia, más de 30.000 se había quedado fuera satisfechos de haber vivido una jornada histórica de reivindicación.
Adolfo y Ureña volvieron a encontrarse después del apoteósis de Otoño. Fue en Valencia para coger otra vez la mano izquierda y romperse. El toro no era claro. Precioso por fuera: cárdeno claro, acapachado y recogido de cuerna, no terminó de ser claro en los primeros tercios. Ureña se lo llevó al tercio y ya en la primera tanda se hundió en la arena, y enganchó al toro muy adelante y lo remató más allá de donde el toro quería. Dos tandas emocionantísimas. Volvió a la mano derecha para, antes de un remate, ser cogido violentamente por la corva y sufrir una tremenda paliza que lo dejó aturdido y milagrosamente ileso. La faena creció en intensidad en un final para recordar. La estocada fulminante le puso en la mano una oreja camino de la enfermería.
El cuarto mostró a un torero. El de Adolfo fue, probablemente, uno de esos toros que reconoces en la ganadería: fiero, reponedor, de embestida corta y buscando los tobillos. Rafaelillo lo vio y brindó al público. Antes, lo había recibido rodilla en tierra en unas estampas más habituales en tauromaquias de antaño. Bravo Rafaelillo, sobre la mano derecha todo tuvo importancia pero no fue hasta que se pasó la muleta a la mano izquierda cuando el público entró de lleno en la labor. Se puso en corto, se cruzó a pitón contrario y le enseñó la muleta una y otra vez hasta que consiguió que esa media embestida fuese una virtud. Lidia antigua para disfrutar. La estocada, en buen sitio y sin puntilla, fue la culminación de una meritoria oreja.
A punto estuvo Ureña de rozar el hito en el sexto. Salió de la enfermería después de la tremenda paliza como un héroe y volvió a ponerse al natural nada más empezar la faena que había brindado a los organizadores de la manifestación. Nadie se creía que ese cuarto ‘Aviador’ de la tarde podría embestir, pero sin pizca de fondo, el murciano creyó para volver poner a todos de acuerdo. La espada se llevó un triunfo más rotundo pero ahí quedó otra vez naturales de importancia.
Decepcionó el imponente Adolfo que abrió la histórica jornada del 13M en ValenciaRafaelillo lo recibió con dos largas cambiadas, cuando el toro le apretó por los adentros. Hasta ahí duró el cárdeno que se vino abajo una vez se encontró con el picador. El murciano estuvo por encima con la muleta y no se dio coba.
El segundo ‘Aviador‘ fue diferente morfológicamente pero parecido de comportamiento. Más abierto de cara y astifino, bien formado y serio también fue muy noble aunque le faltó trasmisión. Manuel Escribano lo recibió con verónicas con buen aire, rematadas con una media superior. De más a menos, el toro fue perdiendo fuelle hasta llegar a la muleta. El sevillano ofreció siempre la muleta muy suave, con mucho tacto para encelar al cárdeno de Adolfo pero siempre salió con la cara suelta. La obra no pudo crecer pero sí quedó un buen Escribano. La historia en el quinto fue muy parecida. Salió el tercer ‘Aviador‘ y el comportamiento se repitió. La nobleza no fue suficiente para dar emoción a la obra. El público no entró en al faena, mientras que Escribano volvía a demostrar un oficio consumado y un temple innato.