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Leo Valadez logró el triunfo frente al quinto. Fue otro novillo con posibilidades de El Freixo y el mexicano ofreció frente a él una implacable demostración de ganas y valor. Eso, el toreo en la corta distancia y las manoletinas de  rodillas con las que cerró su labor, fue después de lograr pasajes de toreo templado al natural. La espada no entró a la primera, pero eso no fue óbice para que el público no le recompensara con una oreja.
Muy madura su faena al cuarto de la tarde, el más serio y el menos fácil de la novillada hasta ese momento. Galdós lo sacó a los medios, halló pronto la distancia y la altura y supo imponerse a la condición distraída y a menos del novillo de El Freixo. Labor poco lucida, pero seria y buena en el pleno sentido de la palabra.
David Bolsico debutó con picadores ante un novillo pujante de la ganadería deEl Juli. Manejó el capote con arrojo, ajustándose mucho en momentos puntuales, y lo dejó crudo en el caballo después de un picotazo en el que el novillo descabalgó al picador. Tras un brindis múltiple, mostró valor, serenidad y buena disposición el debutante frente a un novillo enrazado que precisó algo más de mando y ajuste. Cerró con ajustadas bernadinas y cobró una estocada trasera y contraria a la primera. Todo se complicó con el descabello y la puntilla.
Comenzó a llover a la salida del segundo de la tarde, uno de El Freixo con el que Leo Valadez protagonizó un vistoso y maduro tercio de banderillas. Con la muleta, vio pronto que el novillo se abría con franqueza por los dos pitones y lo aprovechó para hilvanar series de buen tono. Su toreó ganó encaje a medida que avanzó la faena. Marró con el acero y sufrió una voltereta en el trance de estoquear. Afortunadamente, se rehízo.
Joaquín Galdós firmó una buena actuación frente al primero de la tarde. Fue un novillo de El Freixo con calidad pero algunas dificultades derivadas de su justeza de fuerzas. El novillero, que lo recibió de capa con gusto y buen criterio, se alargó en una faena que tuvo sus mejores momentos en su segunda mitad. Fue entonces cuando consiguió asentar al toro y templar sus embestidas sobre ambas manos. Cerró su labor con toreros doblones y una estocada habilidosa.