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Cayetano quería una temporada en el circuito de primera categoría. Y la sigue queriendo. Por eso Valencia, su primer compromiso de primera en cuatro años, era el lugar para mostrar lo que Sevilla y Madrid van a perderse: un torero que, ahora, es mucho más que ‘actitud’ o ‘raza'; un torero ambicioso que sabe irse a portagayola y también leer la bravura de un toro, que sabe arrebatarse y que sabe templar las embestidas con la muñeca y también con la cintura. En la Puerta Grande con la que ha cerrado la Feria de Fallas hay mucho más delCayetano que es y puede ser que del Cayetano que fue.
Triunfó al lado de dos toreros que no suelen fallar. El Fandi tiene en el carácter del público valenciano un acomodo perfecto para su tauromaquia conectiva y esta tarde, en Valencia, solo el fallo con la espada le separó de los trofeos. AJosé María Manzanares, emblema de un toreo absolutamente distinto al del granadino, le pasó lo mismo: la espada le alejó del triunfo. La falta de acierto con la espada también aminoró el relieve de una corrida de Juan Pedro Domecq que tuvo la presentación correcta, un toro realmente bueno, el tercero y otros dos, cuarto y quinto, a los que se pudo cortar oreja. El primero y el segundo fueron muy poco y el sexto, una complicación.
Ese sexto lo había brindado Cayetano, muy emocionado, a un niño de cuatro meses que lleva su nombre y está en un hospital luchando por su vida. Es, seguramente, una de esas intrahistorias que humanizan el toreo, pero le dio igual a la falta de clase y raza del toro, un catálogo de complicaciones: poco celo, tornillazos, viaje corto… A Cayetano, en cambio, no le dio igual. Con las dos orejas que le aseguraban la Puerta Grande en el esportón, podría haberse aliviado el torero y haber acortado los plazos para disfrutar el éxito. Sin embargo, se puso con él, lo tocó sobre ambas manos, le buscó las vueltas hasta quedarse en el punto justo que está entre demostrar que aspiras a lo máximo y alargar una faena sin tón ni són.
Es precisamente en ese comportamiento donde puede hallarse la raíz de la sorpresa que Cayetano ha dado en Valencia. El torero madrileño es, en bastantes sentidos, un torero nuevo o, como horriblemente se dice, ‘poco visto’. Lo es en muchos más sentidos de los que deja ver el tópico y por eso tiene tanto por ganar en esta temporada de competencia directa y ‘statu quo’ abierto en canal. Es, a la vuelta de su retiro voluntario, un torero tan valiente como cuando se fue, pero más construido, más armado y más centrado. Se vieron ambas cosas en su faena al tercero de la tarde, ‘juampedro’ de presencia correcta y virtudes evidentes de salida: fijeza, prontitud, recorrido. La duda, vistos los dos anteriores, era si le iban a aguantar las fuerzas. Por si acaso no, Cayetano le dio la vuelta a la tarde con el gesto trascendental de irse a chiqueros. Allí recibió al toro y, sin alejarse mucho, quitó por chicuelinas. Ya había dicho que estaba allí, así que lidió para el toro, le recetó poco castigo y animó a la cuadrilla a ser efectiva.
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El toro duró, así que a las virtudes de antes, habría que sumarle el fondo.Cayetano lo brindó al público y se puso a torearlo de rodillas de excelente manera: acompasado, despacio, torero. Ya de pie, y sobre la mano derecha, le dio distancia al toro para aprovechar la inercia en el primer muletazo de la primera tanda. Pronto se dio cuenta de que no era preciso, pues el toro se venía citándolo y el ‘ole’ era más rotundo cuando el muletazo se le arrancaba en vez de dibujárselo al paso. Comenzó entonces a citar más en corto, a dejar la muleta puesta, a tirar con la fuerza inverosímil de los vuelos. Así armó tres tandas de derechazos muy templados, conjunción de cintura y muñeca; así puso a rugir una plaza que le conoce poco; así se quitó de encima, de qué manera, la displicencia con que a veces se le mira. Por el izquierdo la faena decreció un poco, pero Cayetano supo reanimarla en el cierre y abrocharla con un estoconazo. Dos orejas. De primera. De esa categoría que Cayetano está mereciendo.
De primera fueron también algunos de los muletazos que José María Manzanares le instrumentó al quinto. Bonito ‘melocotón’, algo atacado de kilos, metía la cara tan abajo que clavó los pitones en la arena varias veces; una de ellas, para sufrir una costalada que le quebrantó malamente. Ese quebranto hizo que se acabase pronto, pero no impidió que se atisbase la calidad, y de nuevo la fijeza y la prontitud, de un ‘juampedro’ dulcísimo al que Manzanarestoreó al ralentí y con su irreprochable empaque, sobre la mano derecha y también sobre la izquierda. Le habría cortado una oreja, pero la espada le falló esta vez al alicantino. Sin premio, la faena pareció menos y el toro pareció peor. Pero no. Peor había sido el segundo, al que no se pudo atacar en ningún momento de la lidia y con el que Manzanares quiso dar muestra de su disposición a no dejarse nada en las muñecas. Fue en balde, pero las ovaciones entre serie y serie le llevaban el agradecimiento del público.
Como Manzanares ante el quinto, El Fandi estuvo cerca del trofeo. Fue en el cuarto, después de una faena larga, variada y empeñosa con un primero de nulo empuje y nulas opciones. Salió por toriles, en cuarto lugar, un toro de Juan Pedro de buena construcción pero poco perfil. Cumplió en el caballo, se movió con un son excelso en el exigente tercio de banderillas de El Fandi y llegó para imbricarse con el torero en una faena de muleta que se aclaró para bien cuando era demasiado tarde. El Fandi les buscó las vueltas sobre la mano derecha y solo mediada la faena se pudo ver que la clase realmente buena del toro estaba en el izquierdo, aunque no le llegasen las fuerzas ya para desplegarla. El Fandi terminó de construir su obra con guiños y repertorio y logró que se le pidiese la oreja.
Hierro de Juan Pedro Domecq - EspañaPlaza de toros de Valencia. Última de la Feria de Fallas. Casi lleno. Toros de Juan Pedro Domecq, noble y a menos el 1º, flojo el 2º, muy bueno el 3º, noble el 4º, enclasado el 5º y complicado el 6º.
El Fandi, silencio tras aviso y ovación tras petición y aviso.
José María Manzanares, silencio tras aviso.
Cayetano, dos orejas y ovación de despedida.