Estoy seguro de que a la Plaza de La Unión, cuando existía en Montevideo, llegaba la brisa y el romper de las olas en la Playa Malvin. Estaba situada entre los barrios de Villa Española y Unión, y se podía llegar a ella por una calle que se sigue llamando Pamplona. Fue la plaza de toros más grande de Uruguay y hace justo 125 años, acogió su última corrida de toros.
La Unión fue inaugurada en 1855, con una capacidad para 12.000 espectadores, y se convirtió pronto en el foco fundamental de la taurofilia uruguaya. Lo que ocurría en el ruedo se discutía en los cafés y las tertulias de ilustrados e intelectuales, a las que se invitaba a los toreros. No sólo era la referencia para los aficionados urugayos: La Platense, agencia marítima, fletaba un vapor los días en que había festejo programado, para trasladar a Montevideo a los aficionados de Buenos Aires. El barco, dicen, se llamaba “Apolo”.
La plaza sobrevivió a dos incendios, uno en 1869 y otro en 1871, pero no pudo sobrevivir a la prohibición de las corridas de toros decretada tras la muerte, precisamente en su ruedo, del torero valenciano Francisco Joaquín Sans ‘Punteret’. Ésta entró en vigor el 20 de marzo de 1890, sólo unos días después de que se celebrase la última corrida, en favor del Hospital Asilo Español. Era una sociedad filántropica en la que se prestaba asistencia a todos los emigrados españoles que atravesasen por dificultades a su llegada a Uruguay.

La Plaza de toros de La Unión hoy es solamente un fragmento de muro y una placa conmemorativa rota. Pero su recuerdo es importante para que no termine de perderse la historia, un tanto desconocida, de la tauromaquia en Uruguay. Porque el adiós de La Unión, derribada definitivamente en 1923, no fue el final. El Real de San Carlos, un magnífico edificio de inspiración neomudéjar, tomó el testigo en 1910. Tuvo una historia efímera, pero ésa la contamos otro día.