A principios de 2015, Urdiales invirtió la monotonía y en el campo ya se le vio una forma de soñar el toreo que puso a todos de acuerdo.
Urdiales tentando en la ganadería Julio de la Puerta ![linea-punteada-firma1](https://lh3.googleusercontent.com/blogger_img_proxy/AEn0k_vF5gG3LOJkprGMJVBK7-NbFGQ_m-AcMfRiVLrWCu2gO-ifK9JrbQUr1nfZDt2SbjI6CAKEMcBfslgjJsKuOoh9lXKQ9xHBdleNxalzHCIg-eVZIY7Hb6PJtpVtxRhK3LYhZ9zQx4Iio7qT8HMnGFkorS00AFi31I94OTzWb3eaTFNk=s0-d)
Tuvo que sobreponerse, con la misma entereza de toda una trayectoria, a que la suerte no le acompañara en los primeros compases de la temporada. Esperó con la confianza ciega a que en Bilbao pudiese expresarse de la mejor manera posible, que es la que él posee y que no es distinta a como fue antaño, sino más madurada, más natural.
Hoy también es digno de admiración y muestra de lucha y compromiso para cualquiera de los que empiezan y tienen un sueño.
Urdiales es la esperanza de que creer en uno mismo vale la pena. Por eso, su temporada 2015 adquiere un significado especial, porque ha sido, es y será un hito a recordar. La respuesta a su fe. Porque no hay verdad que no se defienda con el alma.
Diego Urdiales paseando las dos orejas en Bilbao
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