El paso de Talavante

Y Talavante dio el paso. Corto, firme, necesario. El que necesita dar todo artista porque separa el concepto de 'especial' del de 'genial'. Genial, sí, la palabra que más adecuadamente define el que ha sido su mejor año en el plano artístico: 2015. No por la estadística -menos aún para quien enlazó Puertas Grandes desde su 'irreverente' presentación en sociedad- sino por el giro a más personalidad que ha dado su toreo. Posiblemente, la tauromaquia de Alejandro Talavante en 2015 haya sido la más bella y

propia de cuantas se han visto.

Ha ganado en expresividad con y sin los engaños, en profundidad, en relajo, incluso en regularidad creativa a pesar de los muchos festejos de su internacional campaña. Ha ganado, también, en saber hacer de la imaginación, arte. Hasta en imagen de marca, la 'marca Talavante', ha ganado. Una arrucina de rodillas bien hecha en la serie inicial de muleta no es un adorno. Es un sello de la casa, como su toreo de hinojos que -tremendo esto- ha superado en temple al de no pocos espadas en pie. A un tiempo ha enmudecido y enloquecido al personal y ha terminado por empujar a otros toreros, a otras figuras, a que siguieran su ejemplo, obligándoles a dar un paso más en autoexigencia. Cosas de genios.