Urge una revisión sobre las novilladas y los novilleros. No se trata en este editorial de salir al rebufo de otra cornada muy grave, once en lo que va de año en Madrid, sino de la situación del escalafón en las ultimas décadas al que se le suele ‘acusar’ de escasa vitalidad, de previsibilidad en las formas de torear, de falta de personalidad en los novilleros. Un escalafón que, salvo excepciones dramáticas, ha sufrido más y mas profundamente en sus carnes las cornadas de cada año, incluyendo las novilladas sin picadores, tan escasa en estos tiempos. El toreo tiene hoy una bolsa de matadores amplísima y en paro, mientras que por detrás se estrecha la lista de nombres y, de entre ella, se amplía la lista de heridos. Y todo lo relatado, tiene un porqué, una misma causa.
De tanto hablar del toro, de su subida en volumen, tamaño y pitones, nos olvidamos de hablar del novillo, que ha crecido mucho más que el toro en volumen, tamaño y pitones. Desde el eral hasta el utrero. Desde un punto de vista de selección es lógico: se selecciona el tamaño en las ganaderías o, al menos, el tamaño es una de variables de selección esenciales. Lo es porque el requisito del tamaño y de los pitones es una realidad innegable. Lo que sucede es que, acostumbrados a este desmesurado error, ya lo damos por bueno u olvidado. El novillo (el futuro toro) es, selectivamente más grande. La novillada mas ‘bonita’ de Madrid serviría de corrida de toros en Valencia y Sevilla con un año más. No es una opinión, en un hecho objetivo.
Proporcionalmente, el novillo de las tres últimas décadas ha sufrido un incremento no denunciado. Hemos enfrentado a los novilleros al toro con todas sus consecuencias: quizá por eso quien llega hoy arriba en la alternativa, no note tanto el paso al cuatreño o al cinqueño. Pero hemos logrado que el aprendizaje de los novilleros no sea tal. Ya no se juega al novillo, sino que se ha de aprender a estar listo con el novillo actual. El tiempo empleado para lograr el oficio que se desarrollaba poco a poco, sin restar personalidad a quien toreaba, ha desaparecido. Los novilleros, en la escuela o donde sea, aprenden a resolver antes de aprender a torear. ¿Y queremos que no sean iguales toreando?
El problema no es el monótono. Antes nos encontramos con el mononovillo. Que exige teoría y práctica, que anula desparpajo, personalidad, juego… Si antes el novillo pegaba una voltereta, hoy pega cornadas muy graves. Es lamentable que en el toreo no se haga esta reflexión cuando los datos con incontestables y la realidad casi dramática por drástica. Madrid no lanza a un novillero (en los últimos años, Talavante y Roca Rey, pobre balance, y dos casos de toreros muy hechos antes de pisar Las Ventas) mientras que reparte cornadas. Una vez este medio escribió que Las Ventas podría llegara a ser un despeñadero de niños. Lamentamos no haber seguido el hilo de ese comentario. Porque la realidad actual es que muchas corridas de toros de plazas de segunda son casi, en trapío, las novilladas. Siendo lo de Madrid, un fuera aparte.
La imposición absurda y anti taurina de los pliegos de Las Ventas, ha marcado una pauta indecorosa y estéril al obligar a novilladas cuando no existe el novillo para Madrid. Existe, muchas veces, el ‘toro’ de ganaderías que, oh, no lidian apenas corridas de toros . Y se obliga a novilladas, cuando no hay novilleros para Madrid. No los hay y se les pone delante de un toro. ¿Dónde está la promoción de la Fiesta? ¿Eso es promocionar la Fiesta?. No hace tanto se les puso a los novilleros delante de lo que se dio en llamar ‘encastes minoritarios’. Osea, lo que nadie quiere… para los chavales. Un inteligente medida… pensada sin duda después de una pedrada. Monotoreo, cornadas, negación del juego con riesgo, de aprendizaje despacioso, de maduración pautada, de posibilidad de ser cada uno como quiera ser, de atrevimiento, ilusión, desparpajo… eso es cosa del pasado. La previsibilidad, la monotonía del torero, comienza, como todo, en su origen. En las novilladas. Y el monótono comienza en su origen, el mononovillo.
Que la gente que gestiona el toreo no alce la voz. Que empresarios, matadores, banderilleros y ganaderos den por buena esta situación, nos parece deplorable.Sólo una figura del toreo, Enrique Ponce, se ha manifestado claramente en contra de esta situación (Lee las declaraciones de Ponce) Como tantas cosas, parece que estamos a la espera de una tragedia que no nos llega. Para reaccionar. Pero cuidado. Una tragedia a un amateur adolescente podría tener un efecto tan negativo para el toreo que tampoco hemos reflexionado. Porque la coherencia del humanismo, base de la que mama el toreo, no existe para los más pequeños. Si perdemos de vista este argumento, no tenemos razón ante nadie. Si perdemos el humanismo con los adolescentes, el animalismo sería un enemigo pequeño pues nosotros mismos sembramos las razones del pánico.
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